El azar a veces
se pone de acuerdo y te topas con situaciones bizarras.
El mismo día me
topo con 2 hallazgos en la prensa y con un sobre en el buzón de correos que
tiene íntima relación:
ABC: El
párroco de una iglesia de l’Hospitalet ha contratado a 2 graffiteros para
que recreen un pantocrátor románico con sus propias artes. Al parecer, el cura
de la iglesia había estudiado Bellas Artes, por lo que le es de suponer una
coherencia estética. En todo caso no ha abandonado a los artistas sobre los
andamios y les ha asesorado mandándoles al MNAC, museo donde se conserva la
mejor muestra de frescos románicos catalanes. Los resultados hablan por sí
solos.
Eso nos recuerda
el fresco de una iglesia en Ibort (Pirineo Aragonés) donde un indiano de
regreso de las Américas subvencionó la pintura de la iglesia de su pueblo. En
el techo mandó pintar 2 ángeles negros,
para darle la razón a Machín.
Ese mismo día El
País se hace eco en un
reportaje del discurso del obispo Reig en el día de la Pascua y
retransmitido para toda España por RTVE sobre los gays y su enfermedad.
Y poco después
abrí el buzón de casa donde me encontré una medallita de la Virgen de Fátima.
No venía sola, sino dentro de un sobre con la certificación de estar bendecida.
Lo que oyen. La Asociación Cultural
Salvadme Reina de Fátima envía medallas bendecidas por correo y te invita a
adquirir un rosario rellenando un impreso y pagando una módica cantidad.
Pues eso, que la falta de ética y estética es una enfermedad
–ésta sí que sí- y contagiosa, para más señas. La vacuna es la inteligencia, y
aunque no entra por el seguro es fácil de cultivar.